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Si bien no era su única competencia tecnológica, se encuentra los lectores de proximidad, las tarjetas de acceso vehicular (UHF) que ofrecen mayor alcance, incluso lectura de placas hablando de vehículos, entre otros, la pandemia vino a revolucionar la biometría facial con equipos que detectan a una persona aun con cubre bocas, lentes, leen la temperatura y sus registros no solo van a entradas y salidas, sino a avisos en caso de temperaturas elevadas, alertas o correos que se pueden utilizar de evidencias para toma de decisión en torno a prevención de covid, pero no solo eso, también resalta la velocidad de lectura que es menor a 1 segundo, la distancia de lectura que con buenas condiciones de iluminación puede llegar a los 2 mts, su seguridad al comprobar que efectivamente se le está dando acceso a la persona que cuenta con los permisos y no a alguien más que se le presto una tarjeta y sobre todo a su capacidad de hasta 10,000 usuarios en un solo lector.

Con el afán de erradicar la biometría dactilar, varios fabricantes comenzaron a distribuir equipos diseñados para organizaciones pequeñas a precios muy competitivos o equipos capaces de soportar el trabajo en intemperie, que aunque con ciertas limitantes funcionan muy bien en ciertas aplicaciones.